lunes, 2 de marzo de 2009

Comenzaba cada frase con un No, palabra negadora, negativa, palabra decisiva, palabra puntual el No. Comenzaba cada amor con ese No, que convertía a su debido tiempo cada uno de esos amores en desamores, en recuerdos recónditos, en cosas del olvido, del ayer. Ella no quería ser como cualquiera, no le gustaba la gente normal, habitual, no quería una vida normal, un mundo con cotidianidades, odiaba la cotidianidad, el hecho de sentir pertenecer, de despertar cada día en una misma cama y visitar casi robóticamente los mismos lugares, haciendo casi las mismas cosas, cruzándose con la misma gente, que cada día seguía igual dentro de su pequeño mundo de cotidianidades, en dónde todos se sentían seguros pero ella no. Prefería despertar hoy en ese lugar, mañana quién sabe dónde, prefería descubrir algo de cada persona y lanzarla luego al recuerdo para que todas aquellas cosas fascinantes que se pueden encontrar en alguien, no sean algún día opacadas por lo rutinario del día a día, de la repetición, que crea circuitos por los cuales caminamos olvidando en algún punto hacia dónde iba o como era ese circuito, ella, oscura, prefería alejarse antes, y entonces luego recordar, añorar, miles de circuitos que veía de lejos, y que aunque no recorriera, si veía, sin olvidar cómo eran o hacia donde iban.

No hay comentarios:

Publicar un comentario