Estimado Sr. García:
Me dirijo a usted formalmente, tal como si fuese un completo
desconocido, pues ya no recuerdo el perfume de su piel sobre mi almohada, ni
aquellos gestos que me han sabido dulces y otros tan amargos, hay prendas en
su armario que ahora desconozco, y ya no se de memoria como antes, todos sus
horarios, no tengo idea si se encuentra ahora en el trabajo, o quizás tomando un trago
con amigos, ya no se siquiera con quien anda.
Señor García, debe pensar que tras cinco años de amor y tres de desamor, mi
memoria le esta siendo infiel a nuestra historia, pero dígame si recuerda cómo sabían
mis labios justo en primavera, si podría pintar el color exacto de mis ojos en un
lienzo, o dibujar un mapa exacto con los lunares de mi espalda.
El tiempo se ensaña en borrar cada detalle, cada aroma, cada color, cada textura, se
encarga de trastocar los recuerdos hasta hacerlos ininteligibles, hasta ya no saber
cuáles son verdaderos y cuáles una fantasía, pero créame Señor García, que ni el
tiempo puede borrar lo qué sentí cuando llegué a mi casa y en mi puerta estaba
usted con su guitarra tocando para mí y al lado suyo su bicicleta
estilo inglesa de los años treinta color verde opaco, o ya no lo sé, quizás era verde
claro, pero no importa el color, lo que importa es que por esos tiempos usted no era
ningún señor, tan solo era Juan y yo lo conocía …y usted me amaba, cuando la
rutina no había devorado la pasión, cuando aún no habíamos descubierto que no nos
correspondíamos.
Sospecho que debe estar comenzando a enojarse, a preguntarse por qué le escribo,
a querer decirme que no cambio más, que sigo siendo esa que siempre removía lo
enterrado, causando nada más que estragos… Señor García, le escribo porque ayer
lo vi subiendo al auto y casi no lo reconozco, pero al darme cuenta que era usted,
sentí como el sabor de la desazón se instalaba dentro de mi pecho, y no podía dejar
de decirle, que ahora mismo tengo el recuerdo de nosotros en mis manos y me sabe
a esas mezclas que fueron mucho y a la vez nada, como un montón de palabras
agrupadas, que nunca serían frases célebres, pero no querían estar solas.
desconocido, pues ya no recuerdo el perfume de su piel sobre mi almohada, ni
aquellos gestos que me han sabido dulces y otros tan amargos, hay prendas en
su armario que ahora desconozco, y ya no se de memoria como antes, todos sus
horarios, no tengo idea si se encuentra ahora en el trabajo, o quizás tomando un trago
con amigos, ya no se siquiera con quien anda.
Señor García, debe pensar que tras cinco años de amor y tres de desamor, mi
memoria le esta siendo infiel a nuestra historia, pero dígame si recuerda cómo sabían
mis labios justo en primavera, si podría pintar el color exacto de mis ojos en un
lienzo, o dibujar un mapa exacto con los lunares de mi espalda.
El tiempo se ensaña en borrar cada detalle, cada aroma, cada color, cada textura, se
encarga de trastocar los recuerdos hasta hacerlos ininteligibles, hasta ya no saber
cuáles son verdaderos y cuáles una fantasía, pero créame Señor García, que ni el
tiempo puede borrar lo qué sentí cuando llegué a mi casa y en mi puerta estaba
usted con su guitarra tocando para mí y al lado suyo su bicicleta
estilo inglesa de los años treinta color verde opaco, o ya no lo sé, quizás era verde
claro, pero no importa el color, lo que importa es que por esos tiempos usted no era
ningún señor, tan solo era Juan y yo lo conocía …y usted me amaba, cuando la
rutina no había devorado la pasión, cuando aún no habíamos descubierto que no nos
correspondíamos.
Sospecho que debe estar comenzando a enojarse, a preguntarse por qué le escribo,
a querer decirme que no cambio más, que sigo siendo esa que siempre removía lo
enterrado, causando nada más que estragos… Señor García, le escribo porque ayer
lo vi subiendo al auto y casi no lo reconozco, pero al darme cuenta que era usted,
sentí como el sabor de la desazón se instalaba dentro de mi pecho, y no podía dejar
de decirle, que ahora mismo tengo el recuerdo de nosotros en mis manos y me sabe
a esas mezclas que fueron mucho y a la vez nada, como un montón de palabras
agrupadas, que nunca serían frases célebres, pero no querían estar solas.
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